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 | Por Father Mike Schmitz

¿Está bien buscar “señales” tras la muerte de un ser querido?

Mi ser querido falleció, pero sigo recibiendo “señales” que considero suyas y que me hacen saber que está bien. Por ejemplo, veo un cardenal (mi padre siempre daba de comer a los cardenales junto a su ventana), que creo que es una señal suya. ¿Está bien que piense eso?

En primer lugar, permíteme darte mi más sincero pésame. La muerte de cualquier persona es para lamentarla, y cada persona merece ser llorada. Como cada uno de nosotros sabe, el duelo es aún mayor cuando la persona que ha fallecido nos es querida. Y como sabe cada uno de nosotros que ha perdido a un ser querido, puede haber una sensación de desesperación que nos deja abrumados y nos lleva a un lugar de aferramiento.

Lo único que quiero decir es que buscar alguna señal es comprensible. Todos anhelamos algo seguro. De hecho, este deseo de certeza podría tentarnos a cualquiera de nosotros a buscar alguna señal que nos haga saber que “no tenemos que preocuparnos”. Sé de personas con el corazón destrozado que tuvieron la tentación de creer que los números del reloj eran señales de sus seres queridos. He conocido a personas que vieron un arco iris (o algún otro fenómeno natural) y lo interpretaron como una indicación de que su ser querido se estaba comunicando con ellos. De nuevo, en nuestro dolor, podemos desesperarnos por cualquier cosa que pueda ser un consuelo para un corazón afligido.

Sin embargo, aunque este deseo es comprensible, no es aconsejable.

Ahora, antes de seguir adelante, me gustaría distinguir entre “señales” y “recordatorios” ... Los recordatorios son un regalo, y pueden ser tanto increíblemente poderosos como hermosos. Por ejemplo, una madre en duelo se da cuenta regularmente de que el reloj marca una hora determinada. Cada vez que se fija, se acuerda de su hijo, y ese número sirve de recuerdo constante para su corazón. Ese momento conmemorativo puede ser una verdadera bendición, aunque no provenga de la persona que murió.

Lo mismo ocurre en el caso que has descrito: Cada vez que ves a un cardenal, te acuerdas de tu padre y tienes la oportunidad de reflexionar sobre tu amor por él, así como la bendición que fue en tu vida. En esos momentos, se te recuerda que debes rezar por él. Aunque tu padre no sea la fuente del cardenal, este último puede seguir siendo un recuerdo consolador, aunque no proceda de él.

Y ésta es la clave: Para que un “signo” sea un signo real (es decir, algo más que un fenómeno natural), tiene que proceder de una fuente sobrenatural. Sabemos que un ser humano por sí solo no tiene capacidad para ofrecer una señal sobrenatural. ¿Recuerdas lo que dijo Jesús sobre la ineficacia de la preocupación? Dijo: “¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida?” (Mt 6, 27). Esto implica que ninguno de nosotros tiene el poder innato de obtener un resultado sobrenatural. Si ninguno de nosotros tiene el poder de “enviar un cardenal” o “provocar un arco iris” en esta vida, ¿por qué habríamos de atribuir ese poder a alguien que ha fallecido?

Por ello, cualquier señal sobrenatural procedería de Dios o del maligno. Éstas son esencialmente las dos únicas fuentes. Aunque Dios permitiera la aparición de un santo, no es el santo quien elige aparecerse a los vivos; es sólo porque Dios se lo envía.

Por tanto, el discernimiento tendría que pasar por este proceso: Primero, ¿se trata de una realidad natural o de un fenómeno sobrenatural? Si se trata simplemente de un acontecimiento natural, entonces uno podría elegir recibir ese acontecimiento natural como un recordatorio de su ser querido. Una persona podría incluso ver este recordatorio como una de las formas naturales en que Dios interviene en nuestra vida cotidiana.

Si no hay ninguna forma razonable de que una persona pueda interpretar el suceso como una realidad natural, entonces dicho suceso podría ser un fenómeno sobrenatural. Pero en ese caso, hay que discernir la fuente: ¿Este fenómeno sobrenatural procede del diablo o del Señor? Eso requeriría mucho discernimiento (y quizá incluso alguna ayuda externa) para llegar a una conclusión sólida. Entre otras cosas, habría que fijarse en la naturaleza del mensaje en sí, así como en los frutos de la “señal”.

Por último, quizá sea importante que reconozcamos algunas “señales” que la gente ofrece realmente. Mientras estamos vivos, damos a las personas que nos rodean señales de lo que es más importante para nosotros. Nuestras elecciones son señales e indicadores que ofrecemos a todos los que ven lo que valoramos.

Si queremos que quienes nos sobrevivan puedan distinguir alguna “señal” en nuestras vidas, podemos dar testimonio de que, con nuestras elecciones y con nuestras palabras, elegimos a Jesús. Por supuesto, sólo Dios conoce el corazón. Sólo podemos ver el exterior de una persona y sólo lo externo de su elección. Pero nuestras elecciones importan y son señales reales. Estas señales pueden dar a nuestros seres queridos la esperanza, después de que hayamos muerto, de que hemos elegido al Señor, y de que no sólo estamos bien, sino que pueden tener la esperanza de que estamos con el Señor.


El padre Michael Schmitz es director del ministerio para jóvenes y adultos jóvenes de la Diócesis de Duluth y capellán del Newman Center de la Universidad de Minnesota Duluth. Ask Father Mike es una publicación de The Northern Cross.

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