Confiado en que su hijo seguiría sus pasos como abogado, senador y esposo, François de Sales de Boisy nunca anticipó la grandeza que el joven Francisco iba a alcanzar.

Francisco inició el camino hacia la magistratura, como pretendía su padre, asistiendo a un colegio de jesuitas en París, pero un curso de teología cambió su trayectoria. Estaba abatido mientras escuchaba las discusiones teológicas del momento sobre la predestinación, lo que impulsó su búsqueda de esperanza. Cayó de rodillas ante la Virgen e hizo voto de castidad al consagrarse a la Virgen María.

Aún así, Francisco trabajó y se doctoró en Derecho. Su padre incluso le eligió una esposa. Pero él, que aún deseaba el sacerdocio, rechazó el matrimonio y entregó su título de senador a su hermano menor. Finalmente, François cedió y Francisco pudo recibir las órdenes sagradas en 1593.

Excelente catequista y escritor dotado, Francisco, con sólo 27 años, entró en la ciudad protestante de Chablais (ahora parte del este de Francia) y comenzó a distribuir folletos con breves tratados sobre la doctrina católica. Al final de este esfuerzo de cuatro años, 72.000 almas habían regresado a la fe católica. A la edad de 35 años, se convirtió en obispo de Ginebra y nunca dejó de predicar, a la par que escuchaba confesiones y seguía catequizando a los niños. Además de los numerosos panfletos, también fue autor de libros, sermones, tratados y cartas, todo esto mientras se mantenía ocupado convirtiendo almas antes de morir a los 56 años.

Francisco fue canonizado por el Papa Alejandro VII en 1665, y proclamado Doctor de la Iglesia por el Papa Pío IX en 1877. Su devoción pura y amor a Dios son evidentes en sus populares obras como Tratado del amor de Dios e Introducción a la vida devota. Todavía recomendada con frecuencia por los directores espirituales a personas de toda condición, Introducción a la vida devota es una guía práctica para cualquiera que persiga una vida de devoción.