Afirmando a nuestros hijos con la verdad amorosa de Dios
El mundo está lleno de ruido y voces; algunas son buenas y útiles. Sin embargo, a menudo estas voces son contrarias al mensaje de amor del Padre y pueden ser escollos para crecer en santidad. Cuando se trata de nuestros hijos, es importante reconocerlo, porque los expertos nos dicen que por cada mensaje negativo que oímos, hacen falta cinco o más mensajes positivos para deshacer lo negativo. Puesto que silenciar todos los ruidos del mundo no es posible, nuestra mejor estrategia es centrarnos en las formas en que afirmamos, animamos y edificamos a nuestros hijos con la verdad amorosa de Dios. He aquí algunas ideas para ayudar en esta importante labor.
El mundo está lleno de ruido y voces; algunas son buenas y útiles. Sin embargo, a menudo estas voces son contrarias al mensaje de amor del Padre y pueden ser escollos para crecer en santidad. Cuando se trata de nuestros hijos, es importante reconocerlo, porque los expertos nos dicen que por cada mensaje negativo que oímos, hacen falta cinco o más mensajes positivos para deshacer lo negativo. Puesto que silenciar todos los ruidos del mundo no es posible, nuestra mejor estrategia es centrarnos en las formas en que afirmamos, animamos y edificamos a nuestros hijos con la verdad amorosa de Dios. He aquí algunas ideas para ayudar en esta importante labor.
Verdadero valor e identidad
Somos buenos y dignos de amor, no por lo que hacemos, sino por a quién pertenecemos. Los niños necesitan oír repetidamente que sus capacidades, luchas, talentos y defectos percibidos son regalos del Padre. Necesitan saber que no se equivocó, porque no pueden sacar un sobresaliente en matemáticas o acertar un tiro perfecto de tres puntos. Necesitan que se les recuerde con cariño y frecuencia que fuimos creados para hacer todo lo que el Señor ha planeado para nosotros. En un mundo de “puedes ser lo que quieras ser”, nuestro mensaje tiene que ser: “Dios te creó y tiene un plan para ti... así que pregúntale regularmente cuál es en la oración”.
Tiempo igual a valor
Es estupendo entrenar, animar desde el público y llevar a los niños en coche, pero asegúrese de acompañar todo eso con el regalo del tiempo personal. Tomarse unos minutos en el desayuno o a la hora de acostarse para señalar las formas en que les ha visto actuar como discípulos puede llegar muy lejos. Comentarios como: “Vi lo amable que fuiste cuando jugaste a la pelota con tu hermano” o “Me sentí orgulloso de la forma en que apoyaste a tus compañeros de equipo, a pesar de que no jugaste tanto como querías” les ayudan a ver que los quiere y apoya en las cosas importantes.
Honesto y sincero
El verdadero amor no está recubierto de azúcar; no todo lo que hacen nuestros hijos es “impresionante”. Los niños que son la primera cuerda o la primera silla no llegan antes al cielo, y nuestros hijos no tienen que ser los mejores en nada, excepto en utilizar bien los dones y talentos que Dios les dio. Celebre las formas en que nuestros hijos están creciendo en santidad a través de sus palabras y acciones. Ayúdeles a comprender lo importante que es verse a sí mismos a través de los ojos del Creador en lugar de los ojos del mundo.
Simple
Los niños no necesitan un discurso de apertura. Un simple apretón en el hombro con un “me ha gustado mucho verte cantar o tocar o actuar” llega al corazón de forma poderosa.
Gloria
Todo regalo viene de Dios y se nos da para que lo compartamos y le demos gloria a él. Antes de cada partido, obra de teatro o concierto, recuerde a sus hijos que es una oportunidad de utilizar su don para alabar y reconocer al dador del don. Cuando les ayudamos a aprender a “devolver el regalo a Dios”, el resultado es siempre perfecto. Puede ser tan sencillo como: “Señor, gracias por el don de Jasón de jugar al béisbol. Por favor, ayúdale a jugar hoy de forma que te honre”. Esa sencilla oración pone el propósito en perspectiva.
Repita
Repita estos pasos... los niños se olvidan y el mundo interviene. No pueden oír demasiadas veces que no tienen precio a los ojos del Padre.
Sheri Wohlfert es una esposa, madre, abuela, oradora y escritora católica. Su blog está en www.joyfulwords.org.